Me
dice que no quiere que le olvide. Ese es el último mensaje que me
ha dejado en el contestador del teléfono móvil y es de los más
livianos y ligeros. Los hay más intensos y privados incluso hasta
acosadores y comprometidos. ¿Dime qué hago? ¿Tú crees que debería
ir a la policía?. Además ya no sé si es obsesión mía o me
persigue o… yo que sé. Estoy a punto de volverme loco.
Si
voy al cine aparece en la misma sala donde estoy. Si voy a tomar una
cerveza se presenta en el mismo bar. Casualmente recorre las mismas
calles que yo…
Ya
no se qué hacer. ¿Y en la oficina? En la oficina es terrible. Todos
me tienen inquina y envidia pues siempre está conmigo y llamándome
siempre a su despacho, incluso por cualquier tontería. Todos creen
que mis ascensos laborales han sido por la relación que tiene
conmigo y no por méritos propios.
–Yo
diría que eso es acoso laboral y personal. Yo te aconsejaría que lo
denunciases pero… sólo tengo tú versión de los hechos y…
–Te
entiendo. No puedes creerme sin más. No serias imparcial. ¿Ves?.
Otro mensaje. En este dice que en diez minutos llega. Tiene que
vigilarme, sino, no sé cómo sabe que estoy
aquí contigo. Bueno
me voy. Si viene le dices que he tenido que marcharme y no sabes
dónde he ido. Adiós.
¿Por
dónde voy? Iré hacia el centro y allí cojo el autobús y en un
momento llego a casa. Ahora es de noche muy pronto y son ya las
siete. Para atajar me entro por esa calle estrecha y recogida. No
creo que pase nada. Camino con paso firme y decidido y de repente un
sentimiento de miedo se apodera mí. Giro la cabeza y una sombra me
persigue. Aligero el paso e incluso echo a correr. Me paro en la
esquina. Esto de mi jefe me está volviendo paranoico. Sólo es una
sombra. Sigo andando pero continúo sintiendo como si me siguiesen y
otra vez veo esa sombra. Bajo un pequeño farol distingo una figura
de mujer. Me voy por la calle contigua. Desaparece. Relajado
reduzco la velocidad de mis pasos. De repente está ahí otra vez.
Por fin llego a la parada y el autobús me lleva a casa. Nada más
llegar el contestador de teléfono capta mi atención. Hay una
llamada. Es ella .Su voz me dice otra vez que no quiere que le
olvide.
Esto
tiene que acabar. Me parece muy bien que las mujeres tengan igualdad,
incluso acepto que mi jefe sea una mujer. Pero lo que no aguanto es
el abuso de poder ni el acoso. Y ya se pasa de la raya. He decidido
denunciarlo aunque me cuete mi trabajo y la amistad de Laura. Aunque
pensándolo bien no sé si tengo amistad. Bueno me voy a la
comisaria.
–Hola
quiero poner una denuncia por acoso laboral y personal, además de
maltrato sicológico. La señorita Laura Martín, como mi jefe, me
acosa en el trabajo, me acosa en mi vida personal y…
– ¿Ha
bebido usted recientemente?
–Sí.
Una cerveza, con un amigo pero…
–Pues
tiene un problema. El estado embriaguez es causa de condena. Esta
usted condenado a pagar una multa de 100 €.
–Disculpe
me llaman al móvil. Dígame...
–Hola. Soy Laura. No te preocupes si
no pagas y te encarcelan. Iré a visitarte. No me olvides
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