miércoles, 17 de abril de 2013

Relato de José Catón


Me dice que no quiere que le olvide. Ese es el último mensaje que me ha dejado en el contestador del teléfono móvil y es de los más livianos y ligeros. Los hay más intensos y privados incluso hasta acosadores y comprometidos. ¿Dime qué hago? ¿Tú crees que debería ir a la policía?. Además ya no sé si es obsesión mía o me persigue o… yo que sé. Estoy a punto de volverme loco.

Si voy al cine aparece en la misma sala donde estoy. Si voy a tomar una cerveza se presenta en el mismo bar. Casualmente recorre las mismas calles que yo…

Ya no se qué hacer. ¿Y en la oficina? En la oficina es terrible. Todos me tienen inquina y envidia pues siempre está conmigo y llamándome siempre a su despacho, incluso por cualquier tontería. Todos creen que mis ascensos laborales han sido por la relación que tiene conmigo y no por méritos propios.

–Yo diría que eso es acoso laboral y personal. Yo te aconsejaría que lo denunciases pero… sólo tengo tú versión de los hechos y…

–Te entiendo. No puedes creerme sin más. No serias imparcial. ¿Ves?. Otro mensaje. En este dice que en diez minutos llega. Tiene que vigilarme, sino, no sé cómo sabe que estoy aquí contigo. Bueno me voy. Si viene le dices que he tenido que marcharme y no sabes dónde he ido. Adiós.

¿Por dónde voy? Iré hacia el centro y allí cojo el autobús y en un momento llego a casa. Ahora es de noche muy pronto y son ya las siete. Para atajar me entro por esa calle estrecha y recogida. No creo que pase nada. Camino con paso firme y decidido y de repente un sentimiento de miedo se apodera mí. Giro la cabeza y una sombra me persigue. Aligero el paso e incluso echo a correr. Me paro en la esquina. Esto de mi jefe me está volviendo paranoico. Sólo es una sombra. Sigo andando pero continúo sintiendo como si me siguiesen y otra vez veo esa sombra. Bajo un pequeño farol distingo una figura de mujer. Me voy por la calle contigua. Desaparece. Relajado reduzco la velocidad de mis pasos. De repente está ahí otra vez. Por fin llego a la parada y el autobús me lleva a casa. Nada más llegar el contestador de teléfono capta mi atención. Hay una llamada. Es ella .Su voz me dice otra vez que no quiere que le olvide.

Esto tiene que acabar. Me parece muy bien que las mujeres tengan igualdad, incluso acepto que mi jefe sea una mujer. Pero lo que no aguanto es el abuso de poder ni el acoso. Y ya se pasa de la raya. He decidido denunciarlo aunque me cuete mi trabajo y la amistad de Laura. Aunque pensándolo bien no sé si tengo amistad. Bueno me voy a la comisaria.

–Hola quiero poner una denuncia por acoso laboral y personal, además de maltrato sicológico. La señorita Laura Martín, como mi jefe, me acosa en el trabajo, me acosa en mi vida personal y…

– ¿Ha bebido usted recientemente?

–Sí. Una cerveza, con un amigo pero…

–Pues tiene un problema. El estado embriaguez es causa de condena. Esta usted condenado a pagar una multa de 100 €.

–Disculpe me llaman al móvil. Dígame...

–Hola. Soy Laura. No te preocupes si no pagas y te encarcelan. Iré a visitarte. No me olvides

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