En un primer artículo de prensa, nos resumen los acuerdos
alcanzados en la Cumbre del Clima de París. Un segundo artículo presenta una
reflexión crítica sobre la validez de esos acuerdos.
UNA META GLOBAL AMBICIOSA PERO SIN OBJETIVOS DE
EMISIONES VINCULANTES
El pacto busca que el
aumento de la temperatura media del planeta quede “muy por debajo” de los dos
grados
El País
Manuel Planelles
París 12 DIC 2015
El texto final del pacto de París tiene como objetivo
principal conseguir que el aumento de la temperatura media del planeta a final
de siglo se quede “muy por debajo” de los dos grados con respecto a los niveles
preindustriales. También se apunta a que se deben hacer esfuerzos para que “no
se superen los 1,5” .
El acuerdo establece una meta ambiciosa. Pero los objetivos que cada país se
fija nacionalmente para recortar las emisiones de gases de efecto invernadero
no aparecen en el texto como legalmente vinculantes. Sí es obligatorio
presentar planes para reducirlas o limitarlas.
Objetivo general
Para lograr el objetivo de que el aumento de la temperatura
media a finales de siglo se quede entre los 1,5 y 2 grados con respecto a los
niveles preindustriales, se establece que todos los países deberán alcanzar un
techo en sus emisiones de gases de efecto invernadero “lo antes posible”. Los
países desarrollados deberán hacerlo los primeros. Los que no lo son tendrán
más tiempo, aunque no se fija un año concreto. De lo que sí se habla es de que,
en la segunda mitad de este siglo, se deberá llegar a un “equilibrio” entre las
emisiones y la capacidad de absorber esos gases, principalmente el dióxido de
carbono. Este punto abre la puerta a los mecanismos de secuestro y
almacenamiento de carbono, una vía que defienden los países petroleros para no
cortar de cuajo con los combustibles fósiles.
Contribuciones
nacionales
El principal instrumento sobre el que se construye el
acuerdo son las llamadas “contribuciones” nacionales. De momento, 187 de los
195 países que han negociado ya presentaron planes de reducción de sus
emisiones. Cuando se analizan en conjunto las contribuciones ya puestas sobre
la mesa y se extrapolan sus efectos hasta final de siglo, el resultado es que
la temperatura media aumentaría cerca de tres grados.
Revisiones
quinquenales
Dado que los compromisos actuales son insuficientes, el
acuerdo establece que las contribuciones se revisarán cada cinco años al alza.
El primer análisis se realizará en 2018 y la primera actualización en 2020,
cuando entraría en vigor el acuerdo de París. A los países desarrollados se les
exige que reduzcan sus emisiones en sus contribuciones nacionales. A los que no
lo son, se les insta a que las limiten o las reduzcan en función de sus
capacidades.
Control
Otro de los instrumentos clave del acuerdo es la creación de
inventarios para poder hacer un buen seguimiento de los programas nacionales de
reducción. Se perfilan tres categorías: los desarrollados, que deberán dar una
completa información; los emergentes, que tendrán una menor exigencia; y los
más pobres, que tendrán el nivel mínimo de obligaciones.
Fuerza legal
El ministro de Exteriores de Francia, Laurent Fabius,
remachó ayer que el acuerdo será vinculante. Pero no serán legalmente
vinculantes los objetivos de reducción de emisiones de cada país. Esta salvedad
se ha tenido que incluir para evitar que EE UU, el segundo mayor emisor
mundial, no se quede fuera del pacto, ya que tendría problemas para ratificarlo
en su país si se le imponen desde fuera metas concretas. Sin embargo, en el
texto final se señala que cada país firmante “debería preparar, comunicar y
mantener las contribuciones nacionales”. También “debería” poner en marcha
“medidas domésticas” de mitigación para cumplir con los objetivos nacionales
que se haya fijado en su contribución.
Ayuda financiera
Para que los países con menos recursos puedan adaptarse a
los efectos del cambio climático y para que puedan reducir también sus
emisiones se establece la obligación de que exista ayuda internacional. Los
países desarrollados son los que deben movilizar los fondos. Otros Estados
podrán aportar también, pero de forma “voluntaria”. El compromiso es lograr
hasta 2025 que se movilicen 100.000 millones de dólares anuales, aunque se fija
una revisión al alza para antes de ese año. El texto presentado consta de dos
partes, el acuerdo y la decisión. La cifra de 100.000 millones se recoge en la
decisión, que se puede revisar cada año. Además, en el documento se incluye la
creación de un organismo internacional nuevo dedicado a las “pérdidas y daños”;
es decir, para compensar a los Estados que se verán más afectados por las
consecuencias del cambio climático. El desarrollo de este nuevo órgano quedará
para más adelante.
El Mundo
ANTONIO RUIZ DE ELVIRA
catedrático de Física
Aplicada en la Universidad de Alcalá de Henares.
12/12/2015
Tras la inauguración en París a bombo y platillo de la
Conferencia de las Partes del Cambio Climático, y tras dos semanas completas de
20 horas de trabajo diario para redactar un acuerdo que contente a todos los
países asistentes, esta vigésima Conferencia ha terminado como las 19
anteriores incluyendo la del Protocolo de Kioto de 1997: en agua de borrajas.
Me he leído el texto entero dos veces, y en ningún sitio
encuentro medidas ''legalmente vinculantes''. El voto favorable de los
representantes saudíes y otros es la evidencia de que no hay nada
''vinculante''. La única novedad de este Acuerdo de Paris es que reconoce que
no debemos superar los 2ºC
de Temperatura Media Global (TMG) y que debemos aspirar a no superar 1.5ºC , si podemos.
El acuerdo, cuando entre en vigor (el de Kioto tardó 8
años), solo será vinculante para los firmantes en el sentido de que cada uno
deberá ''esforzarse'' para cumplir el objetivo de la no superación de los 2ºC de aumento de la TMG, pero
no será vinculante a la hora de las medidas concretas que deberán ponerse en
marcha. Por ejemplo, no menciona las toneladas de CO2 que deberán ser el límite
de emisiones de cada año, en cada país del mundo. Y sin embargo se pueden
cuantificar sin dificultad.
Tuve una ponencia bastante amplia en un curso de verano de
la Universidad de Alcalá, en Julio, ante alumnos de la Universidad Estatal de
San Diego, de California. Ya entonces hice la predicción (¡Ay Casandra!) de que
la Cumbre de Paris acabaría como las demás que se han celebrado sobre el Cambio
Climático, ni chicha ni limoná, y que además el Congreso de EEUU no ratificaría
lo que allí se acordase.
El acuerdo de París recién propuesto y ratificado por los
asistentes a la Conferencia es una mala noticia, no para la vida del planeta,
la vida es resiliente (con capacidad de soportar perturbaciones) y se adapta a
lo que haya, pero sí para la cultura humana actual. Hemos comprado pisos por
que había dinero, y ya no hay. Hoy leía que en una ciudad de Gujarat, India, en
la que se pule el 90% de los diamantes del mundo, han cerrado el 50% de sus
talleres, porque ha caído en picado la demanda de productos de lujo.
Hemos creído que la riqueza está ahí, que la podemos coger
sin esfuerzo y que no hace falta preocuparse. Que no hace falta trabajar de
verdad.
Hemos montado una cultura de disipación de energía tan
inútil como las guerras de los Austrias españoles, que solo nos condujeron a
una miseria de 4 siglos. Podíamos haber vivido igual de bien, o mejor, en el
siglo XX, disipando un 90% menos de energía de la que hemos disipado para nada.
No lo hemos hecho. El petróleo y el gas eran tan baratos que los coches
americanos podían quemar 30 litros/100 km sin que nadie dijese nada. Eran tan
baratos que los arquitectos españoles no ponían aislantes térmicos en las
paredes de los edificios, no ponían cristales dobles, y colocaban los
radiadores en rebajes de los muros exteriores de las viviendas, disipando a lo
tonto la mitad de la energía gastada en calefacción.
Y es esta cultura la que muchos de los delegados a la
Conferencia de París han aceptado y quieren mantener, la cultura del derroche.
Los saudíes (y los senadores estadounidenses por Texas) quieren seguir
produciendo y quemando petróleo a mantas. Los indios exigen agotar sus minas de
carbón, habiendo quemado todo lo que haya salido de ellas. Los chinos, como
siempre, dicen que van a rebajar sus emisiones, y ya no se puede ni respirar en
China. Y así casi todos los demás. Incluso la Unión Europea, la galante
campeona de los esfuerzos contra el Cambio Climático, ha olvidado ya los
objetivos del 20/20/20.
¿Y España? Éramos líderes mundiales en la tecnología de las
energías renovables, y en los últimos cuatro años nuestros gestores sociales
han destruido ese liderazgo.
Tras la Conferencia de París, los países del planeta se
lanzarán como locos a quemar combustibles fósiles, disipando la energía sin
rendimiento apreciable. Necesitamos éstos combustibles para fabricar las celdas
solares y las lentes de Fresnel de las centrales termosolares, y para construir
los sistemas de almacenamiento de la energía solar diaria. Cuando sea tarde, ya
no tendremos lo que necesitamos para hacer esto.
Hubo mucha gente en España que compró pisos o casas, por un
monto triple de lo que valían, pensando que siempre se podrían vender por una
cantidad cuatro veces ese valor.
Las autovías en España carecen de arcenes amplios a ambos
lados de cada uno de los sentidos de la circulación. Cuando hay una avería o
accidente, ni la Guardia Civil, ni los bomberos ni las ambulancias pueden
llegar a tiempo por los arcenes, y tienen que avanzar como sobre barro pegajoso
entre los vehículos del atasco para llegar al lugar del problema. Los
ingenieros de caminos que las diseñaron nunca pensaron que habría accidentes.
Y es triste, respecto a las carreteras y la energía y el
cambio climático, porque hacer arcenes amplios no supone más que un 10% mas de
coste que hacerlos estrechos, y ese 10% puede perfectamente salir de los
dineros de los sobornos y ganancias astronómicas de las constructoras.
De la misma manera, podemos vivir exactamente igual de bien,
y yo afirmo que mejor, si rediseñamos nuestra cultura para no tirar, para no
disipar inútilmente nuestra riqueza, es decir, nuestra energía. Recordemos:
había que mantener Flandes católica. En ello se fué la inmensa fortuna que
llegó durante 100 años de América. Habría sido muchísimo más productivo aceptar
el protestantismo (como se hizo al final) e incorporar a los holandeses y
flamencos al imperio americano, como amigos, en vez tenerlos como piratas y
contrabandistas con éxito.
Podemos reconvertir los edificios a espacios sin disipación
de energía. En España hay, digamos, 10 millones de viviendas que deben aislarse
del calor y del frío, para eliminar los aires acondicionados y las
calefacciones. Esto genera millones de puestos de trabajo, y el dinero empleado
en ello no es riqueza disipada, sino conservada. Si esto lo hiciese el
Gobierno, recuperaría la inversión en no más de 3 años, en IRPF de los
trabajadores e IVA de un consumo incrementado, además de ahorrar hasta el 20%
de lo que disipamos en combustibles fósiles.
Si además convertimos nuestra flota en vehículos eléctricos,
y hacemos el transporte de mercancías mediante túneles neumáticos, dejamos de
sacar riqueza del país para pagar los combustibles fósiles (incluso buena parte
del carbón que utilizamos viene de Polonia, de Sudáfrica y de EEUU) podemos
recuperar la inversión necesaria en 10 años, y tras ello todo son ganancias.
El Acuerdo de París es una mala noticia para los seres
humanos del planeta. Nosotros, seres humanos, no actuamos por leyes o normas,
actuamos por comparación de unos con otros.
Si lo que mostramos desde Europa, o EEUU, es nuestro total
rechazo a dejar de disipar energía, y a sustituir las energías del carbono
fósil por energías renovables, nuestras co-personas indias, africanas, chinas
seguirán nuestro camino. Hoy solo hay 400 millones de chinos en algo parecido a
una clase media, es decir, empleando un nivel medio de energía para sus vidas.
Si el resto de 1.000 millones de chinos acceden a esa ''clase media'', el
consumo energético chino (fósil, pues no hemos dado en Europa señales de
abandonarlo y ellos nos copian) se multiplicará por 2.5, y lo mismo las
emisiones de CO2. Si 1.000 millones de indios y 2.000 millones de africanos
acceden a la ''clase media'' sin que nosotros hayamos cambiado de forma de
capturar energía, su consumo energético y sus emisiones se multiplicarán por un
factor entre 6 y 8 veces.
Es un mal acuerdo. En vez de apostar por tecnologías
inmaduras, que permiten la generación de empleo y el paso a otro sistema
económico, los países presentes en la Conferencia han optado por mantener, con
deseos de ''que todo vaya bien'', un modelo maduro, que no permite evolucionar
a la sociedad y que como todos los modelos maduros, no genera empleo ni, por
tanto, riqueza.
La Conferencia ha actuado como actúan las personas mayores:
sin atreverse a innovar. Y por tanto acabaremos, en nuestro mundo actual, como
las personas mayores, desapareciendo en un plazo tan corto como el que va de
los 80 a
los 90 años, en vez de vivir con ganas de los 20 a los 80. Es lo que
diferencia la vejez de la juventud. Los viejos no esperan vivir más de 10 años,
los jóvenes esperan hacerlo 60 o 70 años.
Es un acuerdo de un mundo caduco, agotado. Un muy mal
acuerdo'.
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